La segunda semifinal de la XXXVI Copa de España también se marcaba como inédita, entre otras cosas, porque el Servigroup Peñíscola la disputaba por primera vez en su historia. Lo del Barça, valga la redundancia, era otra historia. La experiencia de ambos en el torneo decantaba tanto la balanza para los catalanes que sólo había una manera de igualarla antes del pitido inicial: la motivación. Y en eso, los castellonenses, aupados por su afición, no veían tanta diferencia frente a los Dracs (también con unas cuantas eliminatorias a la espalda). El buen estado de forma de los de Santi Valladares invitaba a pensar que no había tanta desigualdad.
Sin embargo, la lógica pareció imponerse en los segundos iniciales. Se está haciendo costumbre que sea Antonio el que estire su equipo desde el principio. Esta vez, pasaron pocos segundos de los dos minutos cuando el jiennense acomodó su cuerpo para definir al palo largo de Gus en un desmarque de cabeza. El balón fue a la red directo y la alegría, a los abrazos de los blaugrana. Con este inicio tan congelado se creyó que la autopista iría cuesta abajo para los pupilos de Tino Pérez, pero nada más lejos de la realidad. En un minuto, el que va del sexto al séptimo, apareció la personalidad de Juanqui para firmar un doblete. El primero, con una maniobra en la que se fabricó su propia volea con un toque sutil, y el segundo, tras culminar una galopada de Pablo Muñoz y desatar el éxtasis azulón.
Una vez más, pareció que el relato de Goliat le estaba sonriendo más a David. La remontada obligó a que el Barça arriesgara y buscara a sus jugadores, pero había pocos que estuvieran acertados. Tras esto, una acción a balón parada ejecutada por Yeray halló el disparo certero de Gauna para firmar el 3-1. El argentino, vital en las aspiraciones de los peñiscolanos toda la temporada, también apareció como estilete para compensar la ausencia de Pani. Acto seguido, Sergio González y Dyego vieron repelidos sendos chuts por la madera y aumentaron la agonía de los catalanes hasta el descanso.
Si había una mejor vuelta para el Peñíscola, Pablo Muñoz se encargó de mostrarla. Sólo habían pasado 22 segundos cuando el malagueño aprovechó un robo para batir a Dídac y poner el 4-1. El milagro estaba tan cerca que asustaba. Tres goles de ventaja ante el Barça obligaban a confiar sobremanera en Gus, el internacional español más longevo de siempre. Fue entonces cuando los del Baix Maestrat comenzaron a amasar la bola para protegerse con estilo. Y llegaron más frutos. Diego Sancho también quiso el suyo y fue el encargado de dar otro azote después de una jugada con cierto desconcierto que necesitó la asistencia del VIR para corroborarlo (5-1).
En esta tesitura, Tino Pérez desplegó el juego de cinco con Pito con un mundo por delante: 16 minutos. Por remontar y por cortar la inercia de un Peñíscola con superpoderes. La estrategia le fue en contra, pues Víctor Pérez fue el protagonista del sexto a puerta vacía. Lo que estuvo por llegar no fue más que una concatenación de hechos con idéntico destino: Matheus y Lucas Rocha (doblete) también se registraron como goleadores de sus propios equipos mientras la eliminatoria agonizaba.
El tanteo final (8-2) supuso la constatación de que la ilusión suele aparecer en el torneo más mágico de los conocidos. La representación de una población que apenas supera los 8.000 habitantes fuera de períodos estivales fue más que suficiente para derrocar a un gigante en muchos sentidos. El Servigroup Peñíscola disputará la primera final de su trayectoria después de exponer una imagen tan atractiva como beneficiosa para el futsal. Un relato que bien merece ser contado para siempre. Y eso que todavía no ha acabado el cuento. La siguiente página será el Illes Balears Palma Futsal, que se deshizo del Movistar Inter en la tanda de penaltis (3-3).
